dilluns, 27 de juny del 2011

Mesopotamia: Civilización y Sociedad

Mesopotamia (país entre ríos) abarca una extensa región situada en zona de paso de pueblos y culturas, y está caracterizada por su diversidad étnica y cultural (sumerios, acadios, babilónicos, asirios). Alrededor del 4000 a.c., comenzaron a aparecer las ciudades-estado, unidad política básica del mundo mesopotámico, caracterizadas por su gran población, complejas religiones, estructura social de clases política y militar, tecnología avanzada, y sus amplios contactos comerciales.

Al frente de la administración de estas ciudades, encontramos  una autoridad religiosa, encargada de dirigir el ejército, administrar justicia y coordinar las obras públicas, cuyo poder emana del origen divino de su función, hecho que configura un sistema político basado en la religión.

Las deidades solían tener forma antropomórfica y se las identificaba por su cofia en forma de cuerno, y a menudo, por una vara y un anillo simbolizando la autoridad divina. Rara vez iban acompañadas de inscripciones, pero poseían una amplia iconografía distintiva, que formó un grupo de imágenes muy consistente y duradero a lo largo de los siglos.

Aproximadamente, en el 3000 a.c., apareció la escritura, en aquella época utilizada solo para llevar las cuentas administrativas de la comunidad. Los primeros escritos que se han hallado, están hechos sobre arcilla, con unos dibujos formados por líneas (pictogramas), que posteriormente evolucionó hacia la escritura cuneiforme. En el campo del derecho, crearon los primeros códigos de leyes; en arquitectura, desarrollaron importantes avances, como la bóveda y la cúpula, crearon un calendario de 12 meses y 360 días, e inventaron el sistema de numeración sexagesimal.



Los templos en Mesopotamia eran centros religiosos, económicos y políticos. Tenían tierras de cultivo y rebaños, almacenes (donde se guardaban las cosechas) y talleres (donde se hacían utensilios, estatuas de cobre y de cerámica). Los sacerdotes organizaban el comercio y empleaban a campesinos, pastores y artesanos, quienes recibían como pago parcelas de tierra para cultivo de cereales, dátiles o lana. Solían ser edificios de una planta, con varios patios y una secuenciación de salas en laberinto o bien ordenadas en hilera en torno a un patio. Los más grandes se construyeron dentro de espacios amurallados con otros edificios, como los zigurats, y habitaciones para peregrinos, mientras que los primeros y más pequeños se componían de un recibidor y una sencilla habitación para la adoración.

Por su importancia, destacaremos, los zigurats, edificaciones monumentales ligadas al templo y dedicadas a una divinidad. Se utilizaban también como observatorio astronómico. Estaban compuestos por una serie de pisos a cada cual de menores planta y altura, y pintados de distintos colores. Unas escalinatas permitían la ascensión hasta los pequeños templetes que los coronaban. Se convirtieron en los edificios más representativos de Mesopotamia, de modo que el zigurat de Marduk en Babilonia (Etemenanki, en sumerio Casa del cielo y de la tierra) ha sido identificado como la bíblica Torre de Babel.



La arquitectura mesopotámica ha pasado a la historia por su sistema de muros de carga. Utilizaban arcos y bóvedas que construían sin cimbras, rellenando el espacio entre dos muros de barro y paja, hasta que la bóveda estuviera terminada, o apaisando los ladrillos para que no cayeran al ser colocados. No obstante, también construyeron con vigas y pilares, siendo habituales las columnas del apreciado cedro de las montañas del Líbano. Con este sistema se construía la estructura basándose en un muro portante y de cerramiento exterior, apoyando las vigas en él y en unos pilares de madera interiores, que se aprovechaban para situar el perímetro del patio.

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