dimecres, 20 de juliol del 2011

El paso del Mito al Logos (2)

Un elemento a tener en cuenta es el paso de la tradición oral a diversos tipos de literatura escrita. La redacción en prosa, constituye, con respecto a la tradición oral, no sólo una nueva forma de expresión, sino una nueva forma de pensamiento. La organización del discurso escrito va acompañada de un análisis más riguroso y una ordenación más estricta de la materia conceptual, que funciona como un verdadero instrumento lógico. Con la literatura escrita se instaura un tipo de discurso en el que el logos no es únicamente ya la palabra, sino que ha adquirido valor de racionalidad demostrativa, y se opone, tanto en la forma como en el fondo, a la palabra mythos: en la forma por la separación entre la demostración argumentada y la textura narrativa del relato mítico, y en el fondo por la distancia entre las entidades abstractas del filósofo o el pensador y las potencias divinas cuyas dramáticas aventuras cuenta el mito. Si nos situamos en el punto de vista del público que toma conocimiento de un escrito, observamos las posibilidades que ofrece de retorno a él con vistas a su análisis crítico, y que supone una actitud mental diferente, más desapasionada y al mismo tiempo más exigente que la audición de un discurso pronunciado.



El nacimiento del género historiográfico se produce con Herodoto y se caracteriza por tomar como punto de referencia el presente, y centrar sus investigaciones en los acontecimientos contemporáneos de cada autor. El significado originario del concepto historia, es el de investigar e indagar, a fin de explicar el presente y de buscar unas líneas de conducta acordes con la naturaleza. Su narración histórica no solo se limita a la narración cronológica de batallas y luchas militares, sino que constituye una enciclopedia del saber histórico, geográfico y social de la época, y culmina la ruptura iniciada por los logógrafos, racionalizando en el contexto de las actuaciones humanas la explicación de los acontecimientos históricos, y aunque en ocasiones aún recurre al mito y a la causalidad divina para explicar determinados acontecimientos que considera sobrenaturales, introduce un criterio de veracidad en la narración histórica.






Posterior a Herodoto, aunque en parte coetáneo de su tiempo, se encuentra la historia de Tucídides, caracterizada por la desaparición completa del mito, los oráculos y las causas sobrenaturales. Tras Herodoto y Tucídides, la historiografía griega entró en una profunda crisis, de la que ya no se recuperó, hasta el siglo II, con la aparición de Polibio, aunque éste escribió en Roma y para ser leído por los romanos. El tema de su obra, se centra exclusivamente en la caída del mundo conocido, incluida Grecia, bajo la dominación romana. Polibio destaca pues, como historiador universal y pragmático, y porque en su concepción histórica la causalidad juega un papel fundamental, que en palabras de Díaz Tejera, “constituye una serie de operaciones mentales, ideas, razonamientos, sentimientos, que, apoyándose en la realidad, abocan a una decisión que determina el fenómeno histórico”. También afirma que “la causalidad histórica alcanza también su plasmación real en las constituciones políticas”. En este punto, Polibio, recogiendo en parte las aportaciones políticas de Platón y Aristóteles, elabora la teoría cíclica de las constituciones y gobiernos, según la cual se establece un ciclo progresivo de tres formas de gobierno con sus respectivas formas degeneradas: monarquía-tiranía, aristocracia-oligarquía, y democracia-demagogia.



Polibio ejerce de puente entre la historiografía griega y la romana, aunque ésta se limite a repetir las pautas, esquemas y sistemas de interpretación legados por los historiadores griegos, aunque con un carácter cada vez más moralizante. No en vano los cuatro historiadores romanos más importantes (Cayo Julio César, Salustio, Tito Livio y Tácito), fueron casi todos ellos hombres públicos que jugaron un importante papel en la vida política del Imperio, y se vieron envueltos en muchas de las luchas sobre las que después escribieron sus narraciones, con lo que éstas tuvieron un importante componente de parcialidad, en los dos primeros autores.



En Roma, los dos discursos convivieron, el lógico en los ámbitos político, social, militar, administrativo, judicial, institucional y académico, y el mítico o religioso, más en el ámbito de la espiritualidad privada, íntima y familiar, así como en los entornos rurales. Ahora bien, el legado escrito, artístico y cultural de la antigua Roma, proviene del estamento político y académico, por otra parte el estamento dirigente, y por tanto está impregnado por el discurso lógico.



Uno de los aspectos en los que el discurso lógico representa un cambio esencial es el de las concepciones del tiempo y el pasado, pues supone la aparición del tiempo secuencial y de la ontología del acontecimiento, es decir, de la historia. Cabe señalar como punto de diferenciación entre los dos tipos de discurso, el hecho de que Augusto escribiera su autobiografía, en contraposición a la imposibilidad de un hecho similar en cualquier faraón del antiguo Egipto, pues su vida es la repetición de los arquetipos de la sep tepy: todo acontecimiento histórico importante es reconducido a un arquetipo trascendente, de forma que se anula aquello que tiene de específico, de singular.

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