Por primera vez desde la antigüedad aparece la escultura como elemento arquitectónico monumental. La escultura románica siempre fue parte integral del diseño arquitectónico, y por ello es inseparable del conjunto. Paredes, cielos rasos, portales, columnas y capiteles no fueron simples elementos esculturales mudos; fueron los sitios en donde las imágenes talladas comunicaban su mensaje y tenían un significado.
Las esculturas románicas adornan con frecuencia los pórticos de las iglesias. Estos, están formados por una serie de arcos concéntricos (arquivoltas) que forman un conjunto abocinado y se apoyan en columnas o jambas decoradas a veces con estatuas adosadas. Encima de la puerta, entre el arco menor de la arquivolta y el dintel, queda un espacio semicircular denominado el tímpano, donde suele encontrarse el motivo decorativo más importante del románico, el Maiestas Domini, encerrado en una aureola ovalada en forma de almendra llamada mandorla. En su torno se coloca el tetramorfos, o sea los cuatro animales simbólicos de los Evangelistas o bien los 24 ancianos del Apocalipsis. Otras veces en el tímpano se representan escenas del Juicio Final, de la venida del Espíritu Santo, la Asunción, o simplemente las iniciales de Cristo, el Crismón y el Cordero místico.
El Maiestas Domini tradicional y más frecuente, que se da tanto en la escultura como en la pintura románica, aparece sentado en un trono. Su cara lleva bigote y barba, y los cabellos son largos hasta los hombros. Su actitud es la de bendecir con los dedos índice y corazón de la mano derecha; en la izquierda sostiene el Libro de la Vida, unas veces cerrado y otras abierto. Suele vestir con túnica y manto que cuelga desde sus hombros. Los pies están desnudos y a veces invaden la mandorla en la que se apoyan. El Cristo suele llevar una corona en la cabeza, o bien un nimbo en el que está inscrita una cruz.
En los capiteles de las iglesias y en los claustros románicos, hay un mundo fantástico decorativo: animales monstruosos, dragones, arpías y aves se entrelazan con motivos vegetales. Otras veces la decoración tiene una finalidad litúrgica y se reproducen escenas bíblicas, vidas de santos, o bien, alegorías de vicios y virtudes.
El hombre románico, habitó en un mundo de ensueño en el que los árboles que existían en el Paraíso, los ángeles que poblaban los cielos y los demonios del infierno eran más reales que cualquier objeto o cualquier persona de su vida diaria. A pesar de que nunca vio realmente dichas criaturas, jamás dudo de su existencia. Por ello, los monstruos cuyas características temibles fueron descritas en los bestiarios y que están representados en los manuscritos y esculturas, tenían para él una función moral y simbólica mucho más real que cualquier animal del reino natural. Todas estas criaturas imaginarias existieron juntas en una especie de selva de la imaginación en que lo anormal fue lo normal y lo fabuloso se volvió lugar común.
Una vida con una orientación metafísica tan intensa y motivada por convicciones religiosas tan profundas, nunca hallaría sus modelos en el mundo natural. El tratamiento excéntrico y las deformaciones del cuerpo humano en su escultura, fueron prueba de un rechazo del orden natural de las cosas y su sustitución por lo sobrenatural.
¿de dónde es la foto del capitel que ilustra la entrada?
ResponEliminaHola Sara,
ResponEliminaes uno de los capiteles de la Iglesia de San Juan de Amandi en Asturies. Te dejo un link sobre la misma...
http://www.asturnatura.com/turismo/iglesia-de-san-juan-de-amandi/1474.html
Salut!!!
Muchas gracias Tomás es un conjunto artístico maravilloso =D
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