En estos tiempos en los que vivimos, seguimos asistiendo a hechos paradójicos como los vividos esta pasada semana con motivo de la visita del líder espiritual de la iglesia católica a la capital del país. Se da la circunstancia de que 14,5 millones de personas malviven en la más absoluta pobreza en el cuerno de África, sin ni siquiera agua potable y mucho menos alimentos, mientras este personaje que vive rodeado de riquezas en el Vaticano, genera un gasto de 50 millones de euros en un viaje de tres días. Cosas de la vida.
La simple visión de las tablas demográficas nos muestra hasta qué punto vivimos en un mundo plagado de desigualdades, que condiciona el desarrollo de las personas en función de su lugar de nacimiento, aunque no hemos de caer en la simplificación de intentar dar respuesta a estas desigualdades solo en base al determinismo geográfico (teoría que supone que la evolución de los fenómenos naturales está completamente determinada por las condiciones iniciales. Se considera que fue el geógrafo alemán Friedrich Ratzel quien dio origen al determinismo de la naturaleza, aunque su desarrollo vino de la mano de Ellen Churchill Semple y Ellsworth Huntington, quienes argumentaron que el medio físico afectaba al carácter de las personas, obteniendo una serie de conclusiones esencialmente racistas sobre los pueblos de diferentes partes del mundo), pues otro tipo de factores como los económicos, sociales, religiosos o tecnológicos, tienen también una gran influencia en la distribución del desarrollo de la población humana.
Para medir este desarrollo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, elabora periódicamente el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que mide los avances de un país en función de otros índices demográficos, como la esperanza de vida al nacer, la tasa de alfabetización de adultos y el producto interior bruto per cápita, y los clasifica en tres grupos (alto, medio y bajo) atendiendo a sus logros en desarrollo humano. Hay que hacer notar que en países con un nivel de desarrollo muy bajo, la confección de este índice se complica extremadamente por la falta de datos fidedignos sobre los cuales trabajar.
En la actualidad nos encontramos en un proceso de cambio que Pedro Reques califica como “nuevo orden demográfico” y que define como:
“Estas segundas transiciones, tienen lugar en un contexto de cambio social, de conflictos inter-generacionales, de nuevas formas y estructuras de los hogares y de cambios en los ciclos familiares, de inversión de signo migratorio, de depresión demográfica, de desnatalidad y de envejecimiento progresivo, de declive urbano, de renacimiento de los espacios rurales, de competencia, de confrontación –pero también, de cooperación o de necesidad de cooperación- interterritorial.
Es precisamente este amplio conjunto de cambios el que nos lleva a sugerir la idea, el concepto o la hipótesis de trabajo de “nuevo orden demográfico” para referirnos a una situación marcada por profundas transformaciones poblacionales y territoriales, que caben entenderse como la consecuencia de procesos relativamente recientes.”
Pedro Reques (El nuevo orden demográfico, Servicio de Estudios BBVA, pág. 1)
Este nuevo orden se manifiesta de maneras diferentes dependiendo del país que se trate, de si ha culminado la transición demográfica o se encuentra en pleno proceso, y de su grado de desarrollo económico y social, marcando importantes diferencias entre los países desarrollados y el resto de la población mundial.
En el presente estudio, observaremos como estos cambios afectan a dos zonas opuestas en cuanto a desarrollo humano, como son el Nordeste de África, que incluye a países como Djibouti, Eritrea, Etiopía o Somalia, y las Islas Británicas, que incluyen a Irlanda y al Reino Unido.
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