Petrus Christus está considerado actualmente como uno de los seguidores más destacados de Jan Van Eyck. Probablemente fue su discípulo, y a su muerte, se hizo cargo del taller y completó todas sus obras inacabadas. Su importancia radica sobre todo en su contribución al desarrollo del arte de la perspectiva. Él fue el primer pintor nórdico que, de forma intuitiva, entendió y aplicó las leyes de la perspectiva lineal.
Este retrato de una joven marca una nueva etapa en el retrato holandés: el fondo sobre el que destaca el modelo ya no es neutro e indiferente desde el punto de vista figurativo, sino que insinúa una habitación. La representación de la persona en su entorno crea un contacto inmediato.
Esta obra ilustra un cambio estilístico que se produce a mediados del siglo XV. Comparado con la acentuación del volumen que hacen Robert Campin y Jan van Eyck, aquí la tercera dimensión está muy atenuada; las proporciones del pequeño torso y de la cabeza están alargadas, aumentadas por la forma del pico del cuello de armiño y por la cofia. El realismo burgués queda reemplazado por un refinamiento cortesano. La moldura horizontal que separa el revestimiento de madera del enlucido de la pared divide el cuadro en dos partes exactamente iguales, constituyendo un elemento esencial de la composición, por compensar armónicamente las direcciones. En la ejecución material, casi palpable, del vestido y de las joyas, Petrus Christus demuestra ser discípulo de Jan van Eyck.
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