Se trata de uno de los conjuntos funerarios más notables de la Catalunya medieval, por su calidad, significación y conservación. Aún así, la historiografía lo ha mantenido en un considerable aislamiento, ya que ni por motivos tipológicos, ni estilísticos, se inserta con facilidad en las series de obras más rebuscadas, ni tampoco en alguna de las atribuidas a los maestros más conocidos de la época.
En esta situación tiene un peso determinante el hecho de tratarse de una obra excelente pero absolutamente indocumentada, ya que se desconoce el autor o autores del sepulcro. La única certeza es que el monumento funerario ya estaba construido en 1364, cuando poco antes de morir, La Reina Elisenda dicta en testamento ser enterrada en el altar mayor.
Uno de los rasgos más singulares de la tumba de la reina es su doble configuración, recubriendo dos caras de un mismo muro. La figura adopta dos apariencias: en la iglesia se representa Elisenda como reina, con la corona y el manto real; en la zona interior viste el hábito franciscano. En ambas caras está como elemento central la representación yacente de la difunta: una encarada al mundo de la iglesia, accesible a todos los fieles, y la otra al claustro reservado a las monjas. Se trata de un procedimiento original perfectamente adecuado a la biografía de la reina, retirada de la vida pública en el Monasterio de las Clarisas fundado por ella.
Existen intervenciones pictóricas en el conjunto del monumento funerario realizadas a posteriori. La vertiente del interior de la iglesia sufrió una drástica intervención de estilo neomedieval a principios del siglo XX, que destruyó todo el fondo mural gótico conservado hasta aquella fecha, y todos los elementos estructurales y figurativos fueron repintados. En cambio, el lado del claustro tiene un aspecto más próximo al original, probablemente porque hasta hace pocos años era la zona de clausura del Convento.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada