dimarts, 30 d’agost del 2011

Colonizaciones Griegas


Antes de hablar del fenómeno de las colonizaciones griegas, hay que aclarar que el concepto actual de colonia, nada tiene que ver con la idea del mundo griego, que implicaba un concepto de emigración con la intención de establecer un hogar en otro lugar, distinto del originario.

Las colonizaciones jugaron un papel importantísimo en el proceso de formación de las polis, ya que el hecho de la llegada a un nuevo territorio, obligaba a tomar toda una serie de decisiones organizativas. Con la desaparición de los palacios micénicos, a mediados del siglo VIII a.C. comienzan a aparecer por toda Grecia y sus colonias, toda una serie de santuarios, espacios acotados y reservados para el culto a los dioses y a los héroes, que comportan la aparición de un espacio cívico comunitario, fundamental en el proceso de reaparición de la arquitectura en piedra, cuya forma principal será el templo.

La aparición de estos santuarios tiene dos funciones básicas en el proceso de definición de la polis: por una parte se convierte en el principal depósito de objetos valiosos de la polis, y por otra ejerce la función de definición y organización de su territorio.

Uno de los principales motivos de emigración de los griegos, fue el cada vez mayor número de campesinos sin tierras, usurpadas por los aristócratas. Otra causa de gran importancia, fue el incremento notable de población en Grecia, que hizo que los recursos tuvieran que fragmentarse cada vez más, hasta convertirse en insuficientes para asegurar la subsistencia de los campesinos y sus familias.




Relación entre la metrópoli y las nuevas colonias

Las relaciones que se establecen entre la metrópolis y las nuevas colonias, derivan por un lado del reconocimiento formal por ambas partes, de la independencia política de la otra, pero por otro lado, se originan gracias al sentimiento de un vínculo inmaterial de tipo filial o religioso entre ambas, pues los habitantes de la nueva colonia son originarios de la metrópoli.

Sin embargo, esta indefinición en el tipo de relaciones entre ambas, en ocasiones generaba conflictos. Por parte de los habitantes de la nueva colonia existía la clara intención de convertirse en una comunidad política independiente, pues el motivo de su emigración hay que buscarlo en problemas surgidos en su ciudad de origen. La visión de la metrópoli es distinta: por una parte, se desembaraza de una serie de individuos que podrían ser causa de conflictos por su situación, pero por otra no puede dejar de considerar como algo propio la nueva polis que sus ciudadanos han constituido.

Estas tensiones no eran en absoluto generalizadas ni permanentes, al contrario, prevalecían los acuerdos de todo tipo (alianzas militares, matrimonios legítimos entre ciudadanos de ambos estados, tratados de doble nacionalidad…) que beneficiaban a ambas partes y contribuían a la creación del sentimiento común de pertenencia al mundo helénico.



Motivos de la creación de las primeras fundaciones coloniales

Las causas principales de la fundación de la mayoría de las colonias griegas fueron los enfrentamientos civiles provocados por la usurpación de tierras por parte de la aristocracia, y la gran explosión demográfica acaecida en las ciudades griegas.

En ocasiones los textos griegos de la época evocan la sténochôria (estrechez de tierras), como una de las causas de la colonización. Se referían al déficit de tierras explotables agravado por la creciente superpoblación que hacía necesaria la partida de gran parte de los ciudadanos en busca de nuevos suelos donde establecerse con sus familias.

Un número pequeño de colonias griegas fueron fundadas por motivos comerciales, pues la metrópoli necesitaba aprovisionarse de bienes que no estaban a su alcance en su territorio.



Centros más favorecidos por esta primera oleada migratoria

A partir del siglo VIII a.C. comienza una fase de gran desarrollo de las ciudades griegas, que provoca, como hemos visto anteriormente, una primera oleada migratoria que se extiende por todo el Mediterráneo, Asia Menor y África.

De todas ellas, las más destacadas y las que mayor peso tuvieron, tanto económica como culturalmente, así como en su desarrollo político, fueron las de la Península Itálica (llamada Magna Grecia) y Sicilia. La primera fundación colonial de que tenemos noticia es Pitecusa, alrededor del año 770 a.C. En torno a mediados del siglo VIII a.C. se fundó Cumas, y en Sicilia está documentada la fundación de Naxos hacia el año 734 a.C. Parece clara en toda ésta zona de la Península Itálica y de Sicilia, de navegantes micénicos durante la Edad del Bronce, aunque sin una presencia continuada, que sin duda favoreció la posterior integración de los emigrantes griegos en el territorio.

La implantación de ciudades en la Magna Grecia y Sicilia obedeció sin duda a intereses agrícolas, sin olvidar la facilidad del intercambio con las poblaciones autóctonas, que promovió un gran desarrollo económico para ambas partes, llegando algunas de estas nuevas ciudades a competir económicamente con sus metrópolis de origen.

Otra de las zonas más beneficiadas por la implantación de colonias griegas fue la del Mar Negro. Al igual que en la zona de la Península Itálica y Sicilia la principal motivación de las nuevas fundaciones, era también la búsqueda de nuevas tierras de cultivo, sin olvidar la enorme riqueza pesquera de la zona y su abundancia de minerales. Más adelante, también sacaron partido de su posición estratégica como zona de paso obligado hacia el Bósforo. Sin embargo, no hubo intercambio con las poblaciones indígenas y su orientación hacia el exterior se dirigió casi exclusivamente a la antigua metrópoli, convirtiéndose en el auténtico granero de Grecia con la exportación de grandes cantidades de trigo, además de metales, cuero, madera y posiblemente también de esclavos.

En el Norte de África se fundó la colonia de Cirene en torno al año 632 a.C., con una economía basada en el cultivo de cereales y en la confección y exportación de productos medicinales. Contó con la colaboración de las poblaciones indígenas y en su entorno se fundaron nuevas colonias griegas que garantizaron el control helénico de la región. Otra colonia digna de mención fue Náucratis, en un territorio cedido por el faraón Amasis en el brazo occidental del delta del Nilo, con el propósito de beneficiarse mutuamente de sus relaciones comerciales. Por este motivo, no puede considerarse  esta colonia como una auténtica polis, pues actuó de forma totalmente independiente de la metrópoli en territorios cedidos por el verdadero titular de los mismos, el faraón egipcio.

Por último hay que mencionar las colonias fundadas en la zona del Mediterráneo más occidental, es decir, en la Península Ibérica y en la Galia Meridional, aunque estas se constituyeron de forma más tardía que el resto, hacia el siglo VI a.C. Las más importantes fueron las de Masalia y Emporion. Otra diferencia remarcable es que se trataba de meras factorías sin independencia política y profundamente vinculadas al mundo indígena, del que dependían para su aprovisionamiento de materias primas y su subsistencia. Su irradiación política sobre la población autóctona fue escasa, aunque no así la cultural.

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