dijous, 1 de setembre del 2011

Las Tiranías de la Época Arcaica


En el contexto de su aparición, las tiranías no tenían la connotación negativa que a nosotros nos transmite el término, ya que estaban basadas en el populismo y solían poner fin a los regímenes oligárquicos imperantes en la época. Los tiranos nacieron en el seno de la propia aristocracia, y eran individuos que accedían al poder de manera ilegal, sin ninguna legitimidad institucional, y se mantenían en el poder gracias a sus tropas y a su supremacía militar. A pesar de pertenecer a la clase aristocrática, a menudo gobernaban contra ella, dándole la espalda en diversas cuestiones, y facilitando el progreso de las clases más populares en detrimento de su propia clase social.



Características fundamentales

En general, las diversas tiranías tienen unas características comunes tanto en su gestación como en su desarrollo posterior:

·         El tirano pertenece a la clase social de la aristocracia y accede al poder de forma ilegal, sin el beneplácito del consejo ni de la asamblea de ciudadanos.

·         Su poder es absoluto y lo mantiene gracias a su guardia personal y a sus tropas.

·         Intentaban perpetuar su poder en favor de sus descendientes.

·          Llevaron a cabo una serie de alianzas dinásticas con familias de otras polis, o con alianzas exteriores, para intentar calmar las tensiones y buscar soluciones compartidas.

·         Protegían la industria y el comercio, y promovieron una modernización de la agricultura.

·         Facilitaron la independencia de los pequeños campesinos ante los grandes propietarios aristocráticos.

·         Favorecieron las obras públicas.

·         Reforzaron los sentimientos comunitarios creando cultos y festivales alejados de los cultos a los antepasados heroicos de los grupos aristocráticos.





Pisístrato, Hipias e Hiparco en Atenas

Pisístrato, fue un general ateniense, pariente y amigo del legislador Solón, que consiguió una gran fama militar en la guerra contra la vecina Megara. A raíz de un atentado fingido, dio un empujón definitivo a su popularidad, muy ligada a su vez, con la brutalidad de su guardia personal, y tomó la ciudad de Atenas proclamándose tirano (560-527 a.C.). Sus opositores del partido aristocrático, Licurgo y Megacles, huyeron de Atenas, pero regresaron y consiguieron expulsar del poder a Pisístrato en el año 556 a.C., enviándolo al exilio en la isla de Eubea. Sin embargo, Pisístrato consiguió una alianza con Megacles que le devolvió el poder, y el matrimonio con su hija. Posteriormente se generó una dura contienda provocada por el incumplimiento de sus “obligaciones matrimoniales” que alejó nuevamente a Pisístrato del poder. Pero no se dio por vencido y gracias al apoyo de Tebas y Argos, regresó a Atenas, venciendo a sus enemigos en el año 541 a.C., restableciendo su tiranía, que duró hasta su muerte por causas naturales el año 527 a.C., siendo sucedido por sus hijos Hipias e Hiparco.

En los primeros años del gobierno de Hipias e Hiparco, continuaron con una política moderada similar a la desarrollada por su padre, pero el asesinato en el año 514 a.C. de Hiparco a manos de Harmodio y Aristogitón, provocó el endurecimiento del gobierno por parte de Hipias, con una política represiva, hasta que en el año 510 a.C. fue expulsado de Atenas con la ayuda de los espartanos.

La tiranía de los Pisistrátidas supuso la prosperidad de Atenas. Favoreció al pequeño y mediano campesino mediante créditos a bajo interés, y concedió tierras a los ciudadanos más pobres. También impulsó el cultivo de la vid y de las actividades artesanales y comerciales, redujo los impuestos, atendió a los ancianos y a los discapacitados e instauró la figura de los jueces de distrito. Patrocinó las artes y adornó Atenas con muchos edificios hermosos, que no sólo embellecieron la ciudad, sino que dieron trabajo a numerosos ciudadanos pobres. Finalmente se impulsaron los cultos comunitarios como el de Atenea y el de Dioniso.

Como muestra de la visión de la tiranía de Pisístrato, transcribo un texto de Aristóteles:

Pisísitrato gobernaba, como queda dicho, los asuntos de la ciudad moderadamente y más cívica que tiránicamente. En efecto, además de ser humanitario, comprensivo e indulgente con los que delinquían, también prestaba dinero a los pobres para su trabajo, de suerte que pudieran sustentarse cultivando la tierra. Esto lo hacia por dos causas, para que no viviesen en la ciudad sino esparcidos por el campo y, para que, abundando en cosas modestas y dedicados a sus asuntos propios, no deseasen ni tuviesen tiempo de preocuparse por los asuntos comunes. Al mismo tiempo resultaba que sus recursos aumentaban con el cultivo de los campos, ya que cobraba el diezmo de lo que se producía. Por esto, designó jueces por demos y él mismo salía muchas veces al campo para inspeccionar y reconciliar a los litigantes, no fuese que descuidasen su trabajo por bajar a la ciudad. A consecuencia de una de tales salidas, dicen que a Pisístrato le sucedió esto con uno que trabajaba en el Himeto, en el llamado después lugar inmune, pues, al verle cavando y trabajando un puro pedregal, lleno de asombro ordenó a un esclavo que le preguntase qué sacaba del lugar; y éste dijo: “Tanto cuantos males y dolores, y de éstos Pisístrato debe coger la décima parte”. El hombre contestó sin saber, pero Pisístrato, contento por su sinceridad y amor al trabajo, le eximió de todo tributo. Además no molestaba al pueblo nada con su poder, sino que siempre buscaba la paz y mantenía la tranquilidad. Por eso se extendió mucho la fama de que la tiranía de Pisístrato era la vida del tiempo de Crono; pues ocurrió que más tarde, cuando le heredaron sus hijos, el poder se hizo mucho más duro.

Aristóteles, Constitución de los atenienses, 16, 2-7, trad. De A. RUIZ SOLA.

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