Podemos
afirmar que en Catalunya existe un movimiento en defensa del territorio, que se
articula en infinidad de movilizaciones concretas para determinados conflictos.
El origen de este movimiento cabe buscarlo en algunas corrientes del movimiento
ecologista, las movilizaciones vecinales de los años sesenta y setenta, los
movimientos antiglobalizadores, y una cierta relación con movimientos de tipo
independentista.
La dinámica de
los conflictos viene marcada por la existencia de éstos movimientos o
movilizaciones. Se caracterizan generalmente por los siguientes hechos:
·
Organización del movimiento, generalmente en forma
de Plataforma Ciudadana, que suele iniciarse con la promulgación de un
manifiesto y la recogida de firmas de adhesión. Su nivel organizativo suele ser
bajo, basado en aportaciones particulares y de voluntariado, y sus decisiones
son asamblearias. Cuentan a menudo con el apoyo de partidos o instituciones,
pero siempre con un papel subalterno.
·
Objetivos, que suele ser uno sólo, la retirada del
proyecto anunciado o la limitación de sus efectos. Esto hace que muchos
movimientos tengan una duración limitada en el tiempo, que se circunscribe a la
resolución (positiva o negativa) del conflicto.
·
El carácter apolítico y autónomo del movimiento,
que nace de la desconfianza en los partidos políticos e instituciones, y de su
capacidad para resolver el conflicto en cuestión, lo que no impide que sean
aceptados como miembros adheridos al mismo, o a utilizar los mecanismos de la
Administración como canal para la difusión de las reivindicaciones y para
tratar de obtener resoluciones positivas.
·
Las formas de actuación, por regla general
tendentes a atraer la atención de los medios de comunicación. Debido a la
escasez de recursos de estos movimientos, a menudo se buscan acciones
espectaculares que garanticen la atención de los medios.
·
Los argumentos utilizados para justificar el
rechazo, son en la mayoría de los casos de tipo ambiental, de riesgos para la
salud o de seguridad personal, y, el más importante, el desacuerdo por la
elección del territorio dónde localizar la acción.
·
El rendimiento del conflicto, definido como el
aprovechamiento de las oportunidades, que se ha demostrado a lo largo de otros
conflictos, es posible, pues el coste de la acción es bajo y las posibilidades
de éxito, notables.
Factores de localización
Veamos ahora,
que factores influyen a la hora de decidir la localización de un proyecto
público o un equipamiento, ya sea por parte de la Administración, como por una
empresa privada. Hay dos maneras de enfocar ésta localización:
·
La regulación general, que establece la
localización a través de un proceso en el que se analizan los parámetros de la
cuestión y las ubicaciones alternativas en función de criterios técnicos y
políticos, y que llevan a la Administración a tomar una decisión que se impone
al lugar afectado en base al interés general y la legitimidad de la decisión.
Es el llamado “método comprensivo”.
·
El tratamiento individualizado del caso, que
comporta la decisión de la localización a criterios de conveniencia por parte
de la Administración o de la empresa promotora, y que se intenta imponer con la
negociación de contrapartidas. Nos encontramos ante el “método de mercado”.
Sin embargo,
en uno y otro caso, los proyectos de actuaciones tanto de la Administración
como de las empresas, han chocado con la oposición de movimientos sociales de
diversa índole. Uno de los motivos, es la ausencia de una planificación
territorial supramunicipal, pendiente de su puesta en marcha desde 1983, en que
comenzó a elaborarse. Desde entonces se han priorizado más los planes
urbanísticos que los territoriales, y se han elaborado algunos planes
sectoriales que no han evitado la generación de conflictos. Esta tendencia ha
cambiado en los últimos años, con una voluntad mayor de desarrollar los planes
territoriales con una visión supramunicipal, y con una mayor cooperación entre
todos los agentes implicados.
A nivel
europeo, se ha creado un marco de ordenación territorial (ETE, Estrategia
Territorial Europea), con el objetivo de lograr un desarrollo regional
policéntrico con una mejor gestión de la naturaleza y el patrimonio cultural.
Hay que decir, no obstante, que la Unión Europea no tiene competencias en
materia de gestión territorial, por lo que el documento no deja de ser una
orientación sobre las políticas a desarrollar.
Otros factores
han influido de manera decisiva en la proliferación de conflictos:
·
Las limitaciones en la táctica negociadora por
parte de los promotores, que generalmente han anunciado la localización de un
proyecto de forma sorpresiva, y dando por hecho que era la única posible, hecho
que ha provocado el rechazo de los afectados. También la política de “sondeo”
ejercida por la Administración ha evidenciado su debilidad ante los agentes
locales y ha promovido su fortalecimiento.
·
Las dudas o contradicciones en el interior de la
Administración, con intereses enfrentados a nivel local o nacional, y entre los
mismos niveles administrativos con otros órganos sectoriales, o incluso dentro
de los mismos partidos políticos. A este factor, contribuye de forma importante
la nueva distribución del poder en las Administraciones, que ha pasado de ser
único a estar definido por una serie de niveles que deben gestionar una doble
dinámica de competencia externa y cooperación interna.
·
Las dificultades para encontrar bases comunes para
el diálogo, a menudo provocadas por la diferencia de lenguajes utilizados por
las dos partes del conflicto, de carácter técnico por parte de la
Administración y más político o ideológico por parte de los movimientos. Esto
se ve agravado por la cada vez mayor necesidad de legitimar un proyecto con la
participación de los agentes sociales.
En busca de soluciones
Pero cabe
preguntarse, si los movimientos sociales son una alternativa válida para la
resolución de los conflictos planteados, o desde otro punto de vista, si la Administración podría adoptar formas de
actuación que permitieran una solución beneficiosa para la mayoría de la
población. Parece claro, que para que los movimientos sociales puedan ser
influyentes en una mejor ordenación territorial, deben superar su localismo,
apoliticismo y carácter defensivo, para convertirse en fuerza transformadora
con intervenciones proactivas, decisiones políticas y compromisos
institucionales. Dos requisitos son imprescindibles para que se produzca este
cambio:
·
La voluntad del movimiento de superar el problema
local y conectarlo con cuestiones de carácter más general, para lo que necesita
de un proyecto que transforme su idea de resistencia inicial, en un manifiesto
de proposiciones proactivas encaminadas a la resolución alternativa de los
conflictos sin perjuicio de ningún sector.
·
El abandono de los postulados apolíticos y más aún
los antipolíticos. Está claro, que la base de todos los conflictos
territoriales, es la política, entendida como la lucha por el poder de
decisión. Para lograr un diálogo de igual a igual, los movimientos han de
adentrarse en el mundo de la política con nuevas propuestas capaces de cambiar
el curso de los acontecimientos.
Pero no sólo
han de cambiar los movimientos sociales, también la Administración ha de
enfocar los temas con otra actitud. Este cambio pasa por la aceptación de
nuevas vías de diálogo más participativas, que no sólo se limiten a la representación
electoral, y que transforme ésta en una democracia deliberativa, en un proceso
de debate permanente entre ciudadanos, y ciudadanos con la Administración, que
permita obtener una visión más real de los conflictos y de la manera en que
deben afrontarse. Pero para que éste proceso de debate tenga éxito ha de
existir una confianza ciega en su validez, la seguridad de que no se trata de
un simple formalismo. También los ciudadanos afectados directamente por el
proyecto, deben tener la seguridad de que sin su consentimiento, éste no se
llevará a cabo, y que en caso de su aceptación, ésta no actuará en forma de
imán atrayendo otro tipo de proyectos similares y concentrándolos en un solo
territorio.
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