Esparta y Atenas, son sin duda las dos
ciudades hegemónicas en la Grecia clásica, con un modelo de organización social
totalmente diferenciado. Mientras la democracia habitualmente rigió los
destinos de Atenas, volcada en el comercio y las artes, en Esparta se mantuvo
una sociedad oligárquica encabezada por una clase dominante guerrera.
Esparta encabezó la guerra contra los
persas, hasta que Atenas la sucedió en el liderazgo del mundo panhelénico en su
lucha por la liberación de las ciudades griegas en Asia. Finalmente se
enzarzaron en una contienda, la Guerra del Peloponeso, de la que salió
vencedora Esparta, recuperando su hegemonía durante treinta años hasta la
batalla de Leuctra en el año 371 a.C., en la que perdió su liderazgo.
Realidad urbanística
de Atenas y Esparta
Las dos ciudades que nos ocupan mantenían
notorias diferencias en cuanto a su estructura urbanística, debido con toda
probabilidad a su diferente organización política y, sobre todo, a su distinto
nivel cultural. Veamos cómo se desarrollaron las dos polis:
·
Esparta
mantuvo durante siglos un régimen de gobierno compuesto por dos reyes. Cada uno
de ellos limitaba el poder del otro. Por otra parte los ciudadanos espartanos
recibían del Estado una granja y la mano de obra necesaria para trabajarla, por
lo que su única ocupación era la preparación para la guerra. Para conseguir
dicha preparación vivían en una especie de cuarteles donde recibían toda la
educación necesaria para convertirse en buenos guerreros. No cultivaban las
ciencias, ni realizaban esculturas, ni escribían historias, y su arquitectura
era muy reducida. Ni siquiera amurallaron su ciudad, en una muestra de su
poderío militar. No existía un núcleo urbano concentrado sino que la ciudad
estaba constituida por una colección de pequeñas villas agrupadas en torno a la
Acrópolis, con edificios carentes de toda muestra de monumentalidad, hechos que
explican la afirmación de Tucídides, en el sentido de que a la vista de una
ciudad destruida en que solo quedaran en pie sus santuarios y la estructura de
sus edificaciones, nadie podría imaginar el verdadero poder de Esparta.
·
Atenas,
en cambio, tras una época de dominio de la oligarquía tiránica, dio paso
gradualmente a una forma de democracia. Contaba con una clase comercial e
industrial que influyó notablemente en su evolución política, y atrajo a un
gran número de extranjeros que contribuyeron enormemente a su preeminencia
intelectual. Su desarrollo urbanístico se produjo de forma desordenada; la
mayoría de sus calles eran estrechas y retorcidas, con la excepción de los
barrios acomodados, donde se encontraban las viviendas y las calles más
amplias. La Acrópolis dominaba toda la ciudad, y bajo ella crecían los barrios
de los artesanos. El tercer elemento de la vida urbana de Atenas, era el centro
económico, político y social, compuesto de grandes plazas públicas adornadas
con numerosas columnas. Éste centro estaba dividido en dos mitades por una gran
calle que lo atravesaba diagonalmente: en la mitad occidental se encontraban
toda una serie de edificaciones suntuosas de gran monumentalidad, y en la mitad
oriental se situaba el mercado, con innumerables tiendas instaladas a la sombra
de plataneros que las protegían del sol.
La belleza monumental de la
Acrópolis destacaba por encima del resto, con innumerables templos consagrados
a las deidades griegas, algunos de los cuales se han conservado hasta nuestros
días.
Potencia de Esparta
Los espartanos, como hemos comentado
anteriormente, no tenían otra ocupación que prepararse para la guerra, gracias
a su liberación de todo tipo de trabajo. Eran entrenados militarmente desde su
infancia, convirtiéndose en los soldados más disciplinados y temidos de Grecia.
Tras una serie de guerras por la supremacía en el Peloponeso, Esparta se
convirtió a comienzos del siglo V a.C. en la indiscutible potencia líder y
ostentó la hegemonía en la Liga del Peloponeso, alianza entre estados como la
misma Esparta, Argos, Corinto o Elis, de forma que controlaba férreamente a sus
aliados. Sólo la propia Esparta tenía derecho a convocar un encuentro de la
Liga, y sus decisiones no eran vinculantes para Esparta, que podía hacer caso
omiso de ellas.
Esparta lideró a todo el mundo griego en
su lucha contra el invasor persa, protagonizando grandes gestas como la de la
batalla de las Termópilas (aunque el vencedor de esta batalla fue el emperador
persa Jerjes), dónde 300 espartanos al frente de no más de 2.000 soldados
aliados, frenaron el avance del ejército persa compuesto por más de 200.000
efectivos (aunque Herodoto lo cifra en varios millones de soldados). Sólo la
traición de un griego, que mostró un paso alternativo a Jerjes para rodear a
los espartanos y acabar con ellos, permitió a las tropas persas seguir con su
avance, pero el tiempo que perdieron allí, permitió a las tropas griegas
organizar su defensa y posteriormente derrotar a los invasores en la batalla de
Platea por tierra y en la de Salamina por mar, destruyendo las aspiraciones
persas de dominar la Hélade.
Posteriormente, las fricciones entre los
espartanos y la ciudad de Atenas, desencadenaron la Guerra del Peloponeso, de
la que salió vencedora Esparta, consiguiendo así la hegemonía en toda Grecia.
Sin embargo, las pérdidas ocasionadas en su ejército y su mentalidad
conservadora, acabaron provocando la ruptura con sus aliados, y el
enfrentamiento con ellos, hasta la definitiva batalla de Leuctra, que supuso su
derrota ante las fuerzas de Tebas, y el final de la hegemonía espartana.
Relación entre poder y
desarrollo urbanístico
El desarrollo urbanístico de las ciudades
griegas, vino marcado por la visión de la sociedad que mantuvieron sus dirigentes.
Hemos visto como Esparta, más preocupada por la formación militar de sus
ciudadanos que por el desarrollo artístico e intelectual de los mismos, tuvo
una urbanización mínima que se limitó a conjuntos de pequeñas villas que
rodeaban de forma anárquica la Acrópolis de la ciudad. En cambio, el desarrollo
comercial y artesanal ateniense, y, sobre todo, su gran preeminencia artística
y cultural derivó en una organización urbanística, de gran suntuosidad y
monumentalismo, aunque algo desordenada, que alcanzó su cénit con la
reconstrucción de Atenas tras su destrucción por parte de los ejércitos persas.
La sensación de poder que transmiten una
y otra es bien diferente, pues se suele asociar desarrollo urbanístico con
desarrollo humano, aunque hemos visto que no tiene por qué ser así en todas las
facetas.
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