El estudio y
conocimiento de las ciudades resulta imprescindible para la comprensión del
mundo actual, pues su influencia se deja notar en campos tan dispares y a la
vez tan complementarios como la economía, la política, la cultura o el
medioambiente. La mitad de la población mundial vive en ciudades, tanto en el
mundo desarrollado como en el Tercer Mundo, aunque el ritmo de crecimiento de
las mismas es diferente en uno y en otro.
Según Friedrich Ratzel, una ciudad es “una
reunión duradera de personas y de viviendas humanas que cubre una gran
superficie y se encuentra en la encrucijada de grandes vías comerciales”. Manuel de Terán la define como “una
agrupación más o menos grande de personas sobre un espacio relativamente
pequeño que ocupan densamente, que utilizan y organizan para habitar y hacer su
vida, de acuerdo con su estructura social y su actividad económica y cultural”.
René Maunier, sociólogo francés,
describe una ciudad como “una sociedad compleja, cuya base geográfica es
particularmente restringida con relación a su volumen, y cuyo elemento
territorial es relativamente débil con relación a sus elementos humanos”.
Como vemos,
existen múltiples definiciones del concepto de ciudad, y éstas han ido evolucionando
en función del contexto histórico y social de las mismas, desde la creación de
los primeros asentamientos urbanos hace alrededor de 5.000 años. En la
actualidad, el fenómeno urbano se entiende como el resultado de un proceso
histórico, fruto de una organización socioeconómica determinada. También se
entiende como un lugar central en la medida en que ofrece bienes y servicios a
su población y a su área de influencia.
En 1933, el
geógrafo alemán Walter Christaller,
elaboró la Teoría del Lugar Central,
que mantiene que los asentamientos actúan como centros que proporcionan uno o
más servicios a las zonas circundantes; su importancia varía según la cantidad
y tipos de asentamientos diferentes que dependan de ellos y según la cantidad y
clase de servicios o funciones que les proporcionen. También tiene en cuenta la
distancia que los individuos están dispuestos a recorrer para obtener un
servicio.
Esta teoría es
básica a la hora de estudiar las redes urbanas, es decir, a las relaciones que
se establecen entre las diferentes ciudades, y permite realizar una
jerarquización de las ciudades, en función del número de bienes y servicios o
funciones que ofrecen, tanto a su población como a la de otras localidades de
dimensiones inferiores o a otros tipos de población dispersa. Esta área de
influencia, se amplía en la actualidad con la aparición de las nuevas
tecnologías, y su gran incidencia en una economía globalizada, como lo ilustra
el crecimiento de las finanzas y los servicios especializados.
De la teoría
de Christaller se deriva una vertebración y articulación del territorio basada
en estructuras jerárquicas tanto de localidades como de áreas y regiones. La
estructura resultante es la siguiente:
- Una
jerarquía de lugares centrales constituida por diferentes niveles de
localidades. Cada nivel de localidades tiene todos los bienes y servicios
de los niveles inferiores, más unos que son característicos del nivel y
que lo diferencian.
- Una
jerarquía de bienes y servicios centrales que está asociada a la jerarquía
de lugares y que se establece a partir de los diferentes alcances que tiene cada bien y
servicio central.
- Una
jerarquía de regiones complementarias asociada también a la jerarquía de
lugares.
En la
actualidad, esta teoría se ve complementada por otros factores. Se da mayor
importancia a la extensión, que no a la forma, de las áreas de mercado.
De la
observación de la tabla del enunciado, extraemos diversas conclusiones. Vemos
que la asignación de un nivel a una ciudad no depende en absoluto de la
cantidad de población de la misma. Éste dato, es solo uno más a la hora de
valorar su jerarquía. Se tienen en cuenta, cuestiones como el hecho de ser un
centro político internacional, como el caso de Bruselas, con una población que
no alcanza los 150.000 habitantes, pero principal sede administrativa de la
Unión Europea, o grandes centros económicos, como Frankfurt, con apenas 670.000
habitantes, que acoge la sede del Banco Central Europeo.
Por tanto,
deducimos que las ciudades más pobladas no son las más importantes. La
importancia de una ciudad viene dada por el número de bienes y servicios
centrales que ofrece, tanto a sus habitantes como a la población de otras
localidades, centrales o no, de nivel inferior y a la población dispersa. En
este sentido, vemos que las ciudades de nivel 1 de la tabla, representan los
principales centros de negocios mundiales. Tomando como ejemplo a Londres,
varios factores explican su posicionamiento al frente de la economía mundial:
su posición como capital del Imperio Británico, su cercana relación con Estados
Unidos y varios países asiáticos, la importancia de la ley inglesa (la más
utilizada en los negocios), su infraestructura multicultural, sus bajos
impuestos (especialmente para extranjeros), su buena infraestructura de transportes,
su industria aérea y la poca intervención del gobierno en la economía. Se
estima que Nueva York representa una cuarta parte de la exportación de
servicios de su país, con sólo un 3% de la población de los Estados Unidos.
Históricamente,
la localización geográfica de las ciudades ha tenido una importancia
fundamental en el desarrollo de las mismas y en su jerarquización, pero en la
actualidad, como resultado de las nuevas tecnologías de la comunicación, las
relaciones entre ciudades han evolucionado hacia la creación de redes de
transacciones electrónicas, que conectan a ciudades a través del mundo. La más
poderosa de éstas redes de ciudades es la que vincula diferentes niveles
urbanos a través de la telemática y las transacciones electrónicas, uniendo los
mayores centros financieros y de negocios internacionales: Nueva York, Londres,
Tokio, París, Frankfurt, Zúrich, Ámsterdam o Los Ángeles, entre otros.
Parece claro
que el modelo de organización de redes urbanas que propone Christaller, está
dejando de tener validez a la vista de los fenómenos sociales más recientes,
como la aparición de nuevas formas de ciudad, la aparición de áreas
metropolitanas, donde se generan lazos intensos de relación entre sus
componentes, o las regiones urbanas, de mayor extensión. Estos fenómenos se dan
el mundo desarrollado, a diferencia del Tercer Mundo, donde el gran crecimiento
demográfico a que están sometidas, fomenta la aparición de guetos y al
empobrecimiento paulatino de la gran mayoría de sus habitantes, aunque con una clase
urbana de élite que reside en barrios lujosos y que cada vez más acentúa sus
diferencias con el resto de la población.
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